martes, 25 de octubre de 2011

Pesadilla segunda

Una casa de campo irlandesa podría ser el lugar de unas vacaciones idílicas con un ser querido, o con unos amigos que la recordarán en cada bar de cada fiesta desde ese día hasta el fin del mundo; pero no es así. En primer lugar, porque no tiene nada de irlandesa salvo un patético recuerdo introducido por mi subconsciente. En segundo lugar, porque aparte de introducir información innecesaria, también introduce psicósis paranoide en todos los habitantes de esa casa onírica, y los lleva a torturarse y matarse de diversas formas que no enumeraré.
Una de ellas, pero, tiene especial relevancia. Uno de los personajes de mi pesadilla no tenía cara, sino que había sido desfigurado -mientras escribía estas líneas me ha llegado un flash de memoria que no he podido retener. Ella, una rubia de rostro vacío, me perseguía por un pasillo estrecho mientras yo miraba hacia atrás, empuñando, ambos, un cuchillo. En el momento álgido, soy yo el que lo hunde en su cuerpo, y automáticamente me siento completamente culpable y lo que sigue es un montón de imágenes sangrientas, y muchas -mucha- sangre espesa y casi negra.

Al despertarme, curiosamente tranquilo, he mirado el reloj y ya era hora de levantarme. Lo primero que he oído ha sido el triste destino del dictador libio, pero para entonces mi sueño ya había sido olvidado.


La música que me viene a la cabeza es:

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