jueves, 15 de julio de 2010

Sueño #40 - Monjas zombies

Internado de monjas. Tengo unos doce años, voy en uniforme de colegiala y llevo dos coletas. Corro por los pasillos con dos amigas, aunque normalmente las monjas nos lo prohíben. Claro que a estas alturas ya no queda ninguna; ninguna que no sea un zombie. En este momento unos cinco o seis zombies nos persiguen babeando y haciendo esfuerzos sobrehumanos (sobrezombies) por no descoyuntarse en plena carrera. Nosotras hacemos uso de todo lo que nuestras piernecitas de preadolescentes nos dan para conseguir cerrar una pesada puerta en sus narices y conseguir unos segundos para tomar aliento.
Lo que hace cuestión de horas era nuestro internado, ahora es un gran hervidero de chillidos, gruñidos y sonidos de gente corriendo, o intentándolo. Por alguna razón, el mundo se vuelve zombie.
En ese momento escuchamos perplejas un grupo coral practicando canto gregoriano. Nos asomamos al recibidor para comprobar que un grupo de profesores le cantan solemnemente a Dios como si éste nos fuera a ayudar en este peliagudo momento. Mis amigas no lo dudan un instante y se tiran a ellos para conseguir ayuda. Poco saben que su intención al cantar no era para recibir ayuda divina; era para recibir comida.
Tratando de hacerle el menor caso posible al cánon de canto gregoriano, gritos y huesos quebrándose, consigo trepar por una estantería, porque se ve que los zombies saben cantar pero no trepar. En un último intento por salvar mi vida, brinco encima de una lámpara y sobrevuelo en plan Tarzán a una multitud de personal zombie. No sé como consigo escalar hasta el primer piso donde me encuentro a una profesora no zombie de unos 60 años que nos abre al paso al exterior con su escopeta.
Allí nos espera un autobús de supervivientes de diferentes puntos de la ciudad, y emprendemos el camino a la salvación.
Por descontado no faltará la paradita en el centro comercial para repostar comida y armas, donde por supuesto nos espera una nueva horda de no-muertos que por lo visto cada vez se vuelven más inteligentes (en éste caso nos los encontramos jugando en la juguetería en plan Gremlin), después haremos estellar el centro con dinamita, y finalmente nos reuniremos en el cuartel general de los supervivientes donde practicamos tiro desde la terraza y pensamos formas de acabar con todos (viruses solo efectivos en zombies?, rociarlos con esencia de humano para que se coman entre ellos?, hacer explotar una bomba nuclear?).
Por último, mi padre comenta que una señora con el cerebro al descubierto está tocando al timbre, y pregunta si la abrimos.

En ese momento noto la agradable sensación de estar transportándome a otro mundo y aparezco en mi habitación, recién despertada y aliviada de que todo haya sido un sueño. Por si acaso, miro de reojo la ventana.