Los muertos no comen. Quizá es por eso que me sorprende que hayan montado una especie de híbrido entre el Burger King y el Dunkin Donuts en la colina de cerca del cementerio, pero así es.
Atardecer. Estoy sentado con Gerdor y The 9th Beat (antes conocido como Parmenio, antes conocido como Shinsajo Remon, arcaicamente pronunciado como Toni). No tengo ni la más remota idea de lo que comemos, pero imagino que eso es porque no es importante. Hache A Ene entra en el recinto de forma despistada (a estas alturas todos acordamos que es su forma de ser au naturelle), y 9th va a hablar con ella. En algún momento ella dice un comentario mordaz sobre mí (sin duda fruto de mi subconsciente, porque la mordacidad no va con su carácter) y sale del local.
La próxima estación onírica es la enfilada ladera de una cuesta que lleva hacia un parque bastante sombrío. Ahora es noche cerrada. Camino junto a un amigo que no logro identificar, y sé que debemos cruzar ese parque cuanto antes. La sensación es de una creciente emoción.
Finalmente conseguimos llegar a las verjas del parque, y las saltamos. El parque se extiende durante unos doscientos metros, a pesar de que el grueso sea de unos veinte. Caminamos agazapados, y pronto nos encontramos con el guarda-bosques del parque (en este punto debo preguntarme por qué un guarda-bosques viste de amarillo).
Luego estamos encerrados en la cabaña del guarda-bosques, y mi compañeros se ha convertido en una antigua compañera de clase que decide hacerle favores sexuales al guarda-bosques para liberarnos (lo que sigue es una crónica en fotografías de dichos favores, y salgo yo convertido en la hermana joven de Love Serenade -película indie por antonomasia- por ahí detrás, sin saber muy bien qué hacer).
Salimos del parque. Nos espera un sendero de bajada tortuoso, pero sabemos que lo peor ya ha pasado. Debemos dirigirnos al este, porque de entre las montañas comienza a llegar la luz del sol.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario