Sueño séptimo: Insomnio

Insomnio. Toda la noche de insomnio. Al final, a las seis he conseguido llegar a la fase REM (algunos recordaréis que me fui a acostar poco más tarde de la una).
Así que bien, cinco horas y una película de John Ford más tarde me encuentro en un teatro onírico. Sé que es un sueño porque está dentro de mi instituto, y evidentemente mi instituto no tiene siquiera laboratorios decentes.
Entablo una conversación con una muchachita que no puedo ubicar, y con la que sin embargo me llevo bastante bien. De repente, entra mi madre hecha una furia diciendo que debo ir al médico y que ya está bien de escaquearme (sabias palabras).
No sé por qué, lo que sigue a continuación es una pelea con Don Vito Corleone, y descubro -¡una vez más!- que el mundo depende de mí para ser salvado. Lo descubro con aburrimiento -oh, vaya, otro supervillano quiere acabar con todos nosotros; en fin, era lógico.
Luego, tengo la vaga conciencia de que he ido a Gran Bretaña para darle una paliza a uno de los secuaces del malvado supervillano -oh, y esas islas al norte de Australia, ¿siempre estuvieron allí?- y vuelvo a Mallorca para prepararme para el viaje final.
Cojo un avión hacia esas extrañas islas al norte de Australia (que se llaman Macedonia, Dios y mi subconsciente sabrán por qué) y acabo en una caravana de colgados hippies haciendo turismo por la zona. En este momento, el sueño está a punto de pasar de raro a erótico (también había colgadas hippies), pero en un abrir y cerrar de ojos (¿en un cerrar y cerrar de ojos?) me encuentro en un canal tipo con poca agua persiguiendo al malvado enemigo (¿Alcaudón?), que viste de naranja y lleva una capucha en la cabeza -curioso, así había dejado al secuaz inglés, pero en lugar de una capucha tenía un saco de patatas.
En plena lucha final en plan Dragon Ball, despierto.